inclusion-social-en-agronegocios
Para 2050 será necesario aumentar en 60% la producción de alimentos con tan sólo un incremento del 12% en tierras cultivables.
Teniendo en cuenta las implicancias sociales y demográficas para los productores agropecuarios, resulta inevitable encontrar soluciones para integrarlos a las cadenas productivas.
América Latina y el Caribe es la mayor exportadora neta de alimentos a nivel mundial. Además, tiene un tercio de las reservas globales de agua fresca, más de un cuarto de las tierras de alto a mediano potencial y cerca del 40% de la biodiversidad. Sin embargo, tiene 14 millones de pequeñosproductores agropecuarios de carácter familiar en situación de vulnerabilidad que ocupan el 80% de las fincas, producen el 35% de las tierras y aportan entre el 40% y el 50% de los alimentos, según el estudio “La próxima despensa global: cómo América Latina puede alimentar al mundo”.
Brechas entre los productores agropecuarios
Tanto para producir ganado en Paraguay, café en Colombia o soja en Brasil, participan en simultáneo todos los tipos de perfiles de productores agropecuarios, desde los mega emprendimientos, hasta los pequeños productores y minifundistas, incluyendo las cooperativas. Aunque también existen figuras intermedias, como en Argentina o Uruguay donde las escalas se logran alquilando tierras. Este es un modelo de negocio ya maduro y competitivo donde quien produce no necesariamente es propietario de la tierra.
Sin embargo, en estos diferentes tipos de productores existen brechas cada vez más notorias en términos de escala, y de acceso al financiamiento, a los mercados, y a la aplicación de tecnología. Este problema se acentúa aún más entre los pequeños productores: solo un 5% tiene acceso al crédito formal y la continua fragmentación de la propiedad de las tierras por el factor hereditario (muchas veces con títulos imperfectos), juega en contra a la hora de lograr escalas mínimas.
El factor más determinante de esta brecha surge de los efectos del cambio climático (más evidente en América Central por el estrecho espacio entre ambos océanos) que, junto a un financiamiento escaso y oneroso, la volatilidad de precios, el avance de tecnologías cada vez más sofisticadas y las limitaciones en seguros climáticos, impactan en los ingresos de la economía familiar.
Esta situación lleva a que los más jóvenes prefieran migrar a los grandes centros urbanos que continuar con la agricultura familiar y así un tejido social importante en las comunidades rurales continúa deteriorándose. Solo en México, el porcentaje de personas que vive en el campo pasó del 57% en 1950, al 29% en 1990 y al 22% en el 2010, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México (Inegui).
Fuente: http://blog.iic.org/2017/03/15/inclusion-social-en-agronegocios/